martinmehsen
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| Miembro | octubre 23, 2015 (10 años) |
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Bio
Que pueda comprenderse buena parte de los mecanismos que rigen el universo es, en cierta forma, desconcertante. Pero existiendo tal posibilidad, la de entender los procesos que nos mantienen funcionando entre plantas, bacterias, otros animales y hasta planetas en sus órbitas, resulta difícil no tratar de participar entre quienes, de un modo u otro, intentan descorrer, poco a poco, el velo de lo desconocido, en base a esa formidable herramienta que constituye la ciencia.
La labor de informarse, conocer, razonar, atar cabos e imaginar lo que hipotéticamente puede estar aconteciendo del otro lado de la frontera de lo conocido es, de por sí, un privilegio, una actividad para no perderse, sobre todo, cuando aquello que tal vez se imaginó, en ese espacio intangible del pensamiento, de pronto comienza a tomar forma, de la nada, para volverse una pieza más del universo conocido y comprobable.
Luego, el reto consiste en comunicar los hallazgos y someterlos al juicio de la comunidad científica; y así, la creatividad original que requiere la elaboración de hipótesis deviene en extrema rigurosidad, lo que implica el uso de un lenguaje impersonal, específico, inequívoco y técnico. Esta característica de la ciencia, pese a restringir por completo el modo en que deben transmitirse los conocimientos, aún posee un atractivo especial. Esto se debe al desafío que implica condensar con precisión todo el conocimiento preexistente, el nuevo, y el que, hipotéticamente, hasta podría obtenerse en el futuro. La escritura científica debe generar una especie de extracto crudo y concentrado donde nada puede faltar (y nada sobrar) en relación a lo que se pretende demostrar. Un artículo científico es, en cierto modo, un desafío de lógica, una prueba donde los datos deben ser ordenados del mejor modo posible para destacar su relevancia, la totalidad de lo que puede demostrarse, sin el menor error, con la mayor precisión, y es en estos puntos donde se esconde la creatividad de la escritura científica.
Pero esta condensación a extracto puro, aunque es sumamente práctica y valiosa a la hora de la transmitir conocimiento, termina reduciendo las experiencias de los investigadores a bits de información únicamente valiosos para otros científicos.
A diferencia del formato de la ciencia, la literatura proporciona una libertad, prácticamente, ilimitada: es flexible, original, variada y llena de recursos. Abarca en su conjunto a todas las emociones y temáticas que nos conciernen dentro de la condición humana. Ofrece, además, una diversidad de géneros que se amoldan a casi cualquier propósito.
Pese a recurrir a un abordaje personal, muy diferente al método de la ciencia, no cabe duda de que la literatura también tiene un vínculo especial con el conocimiento; siendo otro privilegio de nuestra especie, leer y contarse historias.
Es en este marco, entonces, donde surge el interrogante, ¿por qué no partir desde la base sólida del conocimiento relacionado con la ciencia, y luego, a la hora de la comunicación, ampliar el abanico al gusto de cada quien, sin más restricciones que no faltar a la verdad, en cuanto a ciencia se refiere?
A riesgo de desconocer los gajes del oficio y de sesgarse demasiado en los por qué, a más de un año del inicio de es este blog, el objetivo sigue siendo el mismo: tratar de alinear ciencia y literatura en la difusión del conocimiento, a veces con artículos, a veces con relatos.
Martín Mehsen (martinmehsen@gmail.com)
Dr. en Ciencias Biológicas.
Interesado en el conocimiento, la literatura y la divulgación. El orden de los factores... depende del día.